Vivimos en un mundo hiperestimulante y, al mismo tiempo, nos sentimos cada vez más desanimados, ansiosos o desapegados. No tenemos ni idea de qué opciones tomar y la salida de este círculo interminable no parece llegar. ¿Por qué nos sentimos así? ¿Cómo podemos afrontarlo?
Sentirse desanimado, sin respuesta o sin ganas en determinados momentos de nuestra vida es normal. En cualquier caso, el hecho de que sea un estado especialmente familiar es absolutamente contraproducente, hace que nos bloqueemos más y al cabo de un tiempo puede llevarnos a la tristeza.
Por mi situación, como clínico y mentor, voy con un número cada vez mayor de individuos en sus propios procesos de cambio que esperan escapar de lo que está sucediendo. En esta multitud de casos vemos que hay 3 factores centrales que llevan a este debilitamiento, falta de respuesta o falta de deseo.
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El objetivo que tenemos en este artículo es ampliar lo que te está ocurriendo, o mejor dicho, que puedas rastrear dispositivos para empezar a solucionarlo. Todo lo que te voy a contar depende de mi experiencia como terapeuta que acompaña a las personas a abordar estos temas desde 2012, de forma constante y profunda. Qué tal si te animas a dar el paso.
Respuesta a la ansiedad
En el momento en que hemos estado inquietos durante un tiempo realmente largo (que es una condición de temor que se ha resumido, causando contemplaciones entrometidas, angustia real y una condición constante de disposición y dolor) nuestra entidad orgánica se agota, y como resultado produce debilitamiento. El nerviosismo es agotador y nos provoca un exceso de angustia tal que impide nuestra vida. Sentirse disuadido como respuesta al nerviosismo es un resultado típico; de ahí que se analice la popular condición de “agobio inquieto”. Suponiendo que este sea su caso, debería darse cuenta de que el arreglo es enfrentar el nerviosismo primero. En el momento en que se disminuye la potencia de la tensión, todo empieza a ser más sencillo. Esto se logra en medio mes a través de la relajación legítima.
Que tu bienestar no dependa de ti
En el momento en que te aclimatas a que tu prosperidad dependa de elementos externos sobre los que no tienes control (la forma de comportarse de los demás, cómo te estiman, tu situación en el trabajo, las consecuencias de una tarea), se crea tensión, fragilidad y, por fin, debilitamiento. Una confianza que funciona es la que hace que tu prosperidad dependa, fundamentalmente, de ti. Si este es tu caso, ya sabes por dónde hay que empezar a trabajar y ejecutar los cambios.
Como solucionarlo
La respuesta a esta pregunta está en tu propio cambio, no en herramientas de magia o arreglos externos. Su propio cambio debe centrarse en entender y saber supervisar lo que siente, tener cambios sustanciales, o más todo, que la organización sea coherente.