En algunos casos particulares hay parejas que suelen estresar a su cónyuge debido a esta época tan complicada en la cual vivimos. Aunque también esto muchas veces se debe a la personalidad de esa persona, entonces ante esta circunstancia ¿Qué podemos hacer?
Mi cónyuge me estresa. Lleva un tiempo con una mentalidad excepcionalmente horrible, se molesta por casi todo, apenas descansa y sólo se fija en las cosas que yo ensucio”. Hay muchas personas que se sienten atrapadas en este sinuoso entusiasmo cuando perciben cómo su pareja le molesta, le presiona o le “contamina” con sentimientos pesimistas de improviso.
En caso de duda, suponiendo que haya una cosa que nos gustaría, es que nuestra relación no planteara esas dificultades solicitantes. Las situaciones no deseadas sólo existen en las personalidades de los individuos que aún no tienen la menor idea de lo que es la convivencia. Vivir respectivamente implica entender que los individuos son complicados y que continuamente habrá factores internos y externos que pongan ese vínculo bajo un serio escrutinio.
Sin duda, el más conocido es la presión. En su conjunto nos arreglamos con momentos bastante confusos en los que no podemos dar lo mejor de nosotros mismos a esa relación. El estrés, la miseria mental, las tensiones o la vulnerabilidad pueden hacernos difíciles de soportar.
Que es lo que te estresa de tu pareja
El estrés puede utilizarse en la relación de pareja de numerosas maneras. Normalmente, se produce de forma gradual, similar a una neblina que acaba por eclipsarlo todo. En el momento en que uno o los dos individuos de un vínculo lleno de sentimientos son sofocados en tal perspectiva, lo principal que parece es el brío pasional. Los ejercicios placenteros disminuyen y los sentimientos positivos se ahogan.
Nuestro cómplice puede preocuparnos por su forma de ser o por el hecho de que esté gestionando un asunto individual. Posteriormente, cuando este estado mental aparece y se mantiene a largo plazo, ocurren numerosas cosas en nuestra mente. Los activos mentales se agotan, dejamos de razonar obviamente, nos volvemos hipervigilantes, malhumorados, la correspondencia y la simpatía se desvanecen.
Mi cónyuge, todo le molesta, todo le estresa… En esta situación psicológica es innegable que es un reto centrarse realmente en la amistad, ser abierto, cariñoso o sinceramente accesible para el otro.
Un trabajo de investigación, por ejemplo, realizado en la Universidad de Florida, muestra algo significativo. El estrés, y cualquier impacto desagradable -exterior o interior- puede ser un problema importante en casos concretos. Todo depende de cómo se cuiden esas circunstancias.
Que es lo que debo hacer
Cuando mi cómplice me estresa, me siento indefenso y solo. Sólo su calidad me hace ser precavido. Esta percepción es excepcionalmente repetitiva entre las personas que experimentan lo que sucede. Es vital en todos los casos ejecutar una progresión de procedimientos para resolver esta cuestión.
El estrés se produce cuando creemos que nos faltan recursos para gestionar lo que ocurre. En el caso de que tu cómplice te preocupe, hay algo que no puedes manejar en tu relación, y como tal debe ser atendido. Debes actuar y dejar de responder a esa circunstancia de forma negativa, acusando.
- Suponiendo que el inicio de esa presión se deba al conflicto de caracteres, ha llegado el momento de abordar lo que está sucediendo. ¿Cómo debería responder/cambiar mi cómplice para seguir desarrollando la concurrencia? ¿Cómo sería aconsejable para mí mejorar igualmente la amabilidad?
- En caso de que haya un componente externo que eleve la presión de tu cómplice y que te influya a ti, también debería ser atendido. Apoyaros mutuamente y planificar juntos cómo afrontar la circunstancia puede ayudar.
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