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Si no arriesgas no ganas, asi de simple

Si no arriesgas no ganas, hay dos formas distintas de ver o llevar la vida: una es desde la grada, desde la seguridad del asiento del observador, sin jugarse nada. La otra requiere más entereza, requiere descubrirse, probar, estar más indefenso ante la rutina, la engaño y el análisis.

Si no arriesgas no ganas, solo eres un mero espectador

¿Cómo responden los espectadores o la gente del público? Ofrecen su punto de vista, gritan, vitorean, condenan, juzgan, se quejan, comentan y, lo que es más importante, discuten cómo deberían hacer las cosas los demás. Al final, no intervienen, son reporteros distantes que se limitan a ver cómo suceden las cosas.

No hablan del futuro, hablan del pasado, de lo que han visto recientemente; hablan a raíz de ver lo que ha ocurrido, responden esencialmente a lo que hacen los demás. ¿Cambian algo sus perspectivas? ¿Cambia el resultado?

En realidad, se potencian, sacan sus insatisfacciones, sus intereses secretos, se desahogan, aceptan que influyen en el resultado, sobre todo suponiendo que gane su grupo. No obstante, las graduadas nunca pierden un partido, son los otros, los que juegan. Sin embargo, suponiendo que ganen, ellos también ganan.

Esa es la razón por la que las personas llevan más el jersey de su grupo cuando ganan, para sentirse más incluidos. En cualquier caso, se lo ponen bastante menos cuando pierden, ya que es en ese momento cuando suelen erradicarse.

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La vida está en el campo, no en las grados.

Si no arriesgas no ganas, en cualquier área cotidiana en la que decidas afrontar retos y salir a jugar, saldrás perjudicado, habrá golpes y decepciones. Obviamente serás escrutado, juzgado, señalado… sea como fuere, en la remota posibilidad de que no salgas a jugar la ronda de la existencia (con cada una de sus ramificaciones), nunca entenderás lo que estás preparado para hacer, ni sabrás hasta dónde puedes llegar.

Contemplar la vida desde el asiento del observador es más sencillo, no te enfrentas a ningún reto, pero el vacío de no haber avanzado (y el lamento concebible de no haberlo intentado) no será intermitente, sin embargo perdurará a largo plazo y será mucho más. notable.

Ya que en la vida rara vez nos lamentamos de lo que hemos hecho, sin embargo en un número excesivo de eventos nos lamentamos de lo que dejamos de hacer.

El que no arriesga vive prisionero de sus miedos

En el momento en que ni siquiera nos acercamos a conseguir algo que realmente necesitamos, algo que anhelamos, nos sentimos limitados, presos del pavor, con una fuerte cubierta que probablemente nos salvaguarda de los peligros. Sin embargo, en realidad, lo único que hace es impedirnos ser libres, comunicar nuestros pensamientos y estar realmente en nuestro pleno aspecto. Al vivir sin enfrentarnos a los desafíos, sólo encontramos y mostramos un trocito de lo que realmente somos (y podríamos llegar a ser).

La audacia es la elección de intentar intentar; es escoger y hacer la mejor elección sin importar si es la más problemática; es dar un paso adelante en lugar de buscar a fondo en las sombras, sin sobresalir para no arriesgarse a ser visto y señalado.

La vida auténtica es aquella en la que te atreves, en la que sales a jugar a pesar de tus sentimientos de temor, en la que no te escondes sino que te descubres; en la que te enfrentas a retos para encontrarte a ti mismo.

Si no te has caído, si no te han reprendido, quizás sea porque aún no lo has intentado y no te has unido a la fiesta.

Atreverse a ser vulnerable es ser valiente

A pesar de que deberías saber una cosa: ser valiente es intentar ser indefenso, es descubrirte y saber que si te sientes obligado a llevar una vida noble, una existencia cotidiana en la que te considera y te hagas considerar, en la que des un paso al frente, en la que ofreces tu perspectiva y escudes la decencia común.

Sólo hay una seguridad: que en más de un segundo caerás y que en el potencial de éxito que tengas fuera cuando asomas la cabeza fuera del grupo, serás reprendido. Esa es la razón por la que te sugiero que veas una charla Ted muy fuerte sobre la debilidad.

Vivir de verdad y ser valiente significa elegir y seguir tus cualidades, con orgullo y honor. Es vivir en rectitud ante ti mismo, no para demostrar nada a nadie, sino para sentir tu propia plenitud y sentirte contento contigo mismo. 

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